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lunes, 7 de marzo de 2016

REPORTAJE


La epopeya imperfecta

El fotógrafo y escritor Philippe Bordas exhibe en el Instituto Francés de Madrid  
39 fotografías inéditas de Zinedine Zidane como jugador profesional de fútbol.

Por Daniel Chanona | Madrid


Al visitante aguarda estoico su retrato gigantesco en blanco y negro, con el torso desnudo y la mirada escudriñando el infinito. Perfil de refinado burgués con aura blanca, angelical; tierna, humilde, elegante y eterna. Zinedine contemplando a Zidane. En mitad de la nada, en medio del todo. Claroscuros de un pasado vivo, sosegado en formol frente al tiempo, aún fresco; tan de ayer como de hoy y de siempre.

El Instituto Francés de Madrid exhibe hasta el 18 de marzo la obra del fotógrafo y escritor Philippe Bordas (Sarcelles, 1961), compuesta de 39 inéditas capturas de los últimos cien días del marsellés como jugador profesional de fútbol, exposición que fue inaugurada el 3 de febrero por Yves Saint-Geours, embajador de Francia en España, y abierta al público un día después sin costo alguno.

ZZ, Zidane con todas sus Letras recibió en privado la segunda noche de febrero al hombre que llevó al Real Madrid a las estrellas en los años más cegadores del equipo. A su protagonista. Al hombre de la novena Copa de Europa. Roberto Carlos, Figo, Beckham, Raúl González o Ronaldo también eran por entonces tripulantes de la nave nodriza, la de los ‘galácticos’. Zinedine Zidane (Marsella, 1972), desde que en 2006 contratase a Bordas para inmortalizar su mundo en la intimidad, no había visto aquellas procuradas y sutiles instantáneas, mucho menos impresas, en gran formato algunas y otras más reposadas en marcos minimalistas de corte sala-comedor. Su rostro al verlas, cuentan, fue un poema.

En el costado diestro de la primera fotografía al desnudo de Zidane, que está apenas entrar en la Galerie du 10 del Instituto Francés, descansa la prosa de Bordas en las 480 páginas del Chant Furieux (Gallimard, 2014), un esfuerzo literario por dibujar en la mente del lector sólo con palabras cada trote del ‘Zizou’ desconocido. “Consultar in situ”, avisa una discreta y fluorescente pegatina desgastada en el anverso del libro.

De portada sobria, color amarillo claro (cornsilk, como el de la seda del maíz) y letras rojas, el ejemplar escrito en francés, con traducción pendiente al castellano, desvela el inicial objetivo del esfuerzo: la impresión de un cuadernillo voluminoso con fotografías que hablaran, tanto del ya mítico ‘5’ madridista como del niño soñador que, vuelto caballero, se echó al hombro una nación ávida de glorias deportivas en uno de los momentos más lúgubres de la selección francesa rumbo al Mundial de Alemania. Un libro-memorial, como el de Muhammad Ali.

“Arrastrado a su mundo y por su epopeya”, escribe el autor en un texto muy noble y honesto, “de la noche a la mañana Zidane me permite fotografiarlo todo; sus allegados, sus hermanos, sus jornadas, los vestuarios donde nadie se aventura nunca. Como si hubiese decidido que yo hiciese su álbum de recuerdos”, el que nunca llegó, por cierto. El que refugió Bordas a la postre en una caja fuerte durante diez años, hasta que, parte de un encargo inconcluso, recién desembarcó en Madrid, con Zidane convertido en estratega del primer equipo del club de sus amores, el que le despidió de las canchas con honores, el que le dijo ‘adiós; a bientôt, monsieur’ en la primavera de 2006.

Philippe se recuerda frustrado, porque al finalizar la Copa del Mundo de Alemania 2006 no supo más de quien le permitió respirarle en la nuca día y noche. Francia perdió la final contra Italia, Zidane la figura tras golpear con la cabeza a Marco Materazzi, y Bordas sus ilusiones.

Ni una llamada, ni un gesto, ni rastro del amigo que meses antes fingió haber olvidado una bolsa en los vestuarios del Santiago Bernabéu para colarle hasta las entrañas del estadio y que le fotografiara uniformándose frente a su casillero. “Fue inédito porque nunca posó con el torso desnudo. Le aterrorizaba”. La secuencia reviste una parte de la pared izquierda del salón de exhibiciones, junto a los primeros negativos del artista gráfico francés.   

“Su mirada transmite una determinación inquebrantable pero todavía no llego a captar su alcance”, confiesa Philippe Bordas mientras rememora y cuenta sus primeros contactos con el jugador. “No tengo idea alguna de fútbol. Sólo me gustan el ciclismo y el boxeo. Nunca había visto un partido en directo y, de pronto, me encuentro en Madrid, rodeado de la familia de Zidane, para su partido de despedida en el Bernabéu”. Su voz parece cambiar, sus ojos iluminarse.

Bordas considera que fue el elegido para afrontar el proyecto por su capacidad para fotografiar personas u objetos en condiciones inhóspitas, con iluminación sesgada y sin tiempo para florituras. Cámara análoga en mano, esperó al menos quince días en Madrid acompañado de Frédéric Hermel, quien iría a por él al aeropuerto en un Twingo “viejo, maloliente y amarillo”, recuerda en broma. El también periodista y compatriota sería su veintiúnico contacto y fuente en la capital de España hasta recibir la primera llamada de Zinedine Zidane, y la orden de su primera misión: nada menos que el segundo y más importante juego para la mayoría de los futbolistas profesionales después del debut… el del adiós.

Las fotografías y la novela de Bordas se complementan, cohabitan en el ecosistema de los píxeles y de las letras. Texto e imagen son en sí mismas sólo si convergen, cada cual por su lado no es menos preciosa, pero sí menos precisa y sugestiva. La exposición cobra fuerza y sentido si están juntas, si detrás de cada fotograma hay una historia que lo enriquezca, que lo nutra, que lo conciba como un “maridaje entre el texto y las palabras”, desea el autor, como “el espacio de encuentro entre el escritor y el fotógrafo” que, por alusiones, son también uno solo.

Cuando Zidane llegó a jugar por vez primera en la categoría dorada en Francia, un amigo íntimo de Bordas perdió la vista en la habitación de un nosocomio parisino a causa de una enfermedad degenerativa. Zinedine anotó el gol de la victoria aquella tarde y a pie de cancha concedió una de sus primeras entrevistas en televisión. El amigo de Bordas se conmovió al oírle, al escuchar en voz de los comentaristas que estaban ante una futura leyenda, forjada en los barrios de Marsella. Él jamás pudo verle deleitar al mundo que pregonaba su magia, su mirada, su presencia.

Philippe, después y con el paso los años, tras recuperarse de la decepción que significó la indiferencia de Zidane a su trabajo, le contaría a su amigo la aventura al lado de ‘Zizou’. “Quiero verle”, le contestó a Bordas apenas terminar. “Ayúdame a que le conozca; haz que las fotografías merezcan la pena. Cuéntame cómo es él”. Chant Furieux entonces se pondría en marcha. El álbum que nunca llegó, vería luz en un compendio de descripciones explícitas de cada foto arrinconada en el baúl, de cada instante retenido, de hasta el mínimo detalle a punto del olvido. El behind the since de una epopeya imperfecta.  

“Mis fotos han dormido el sueño de los justos durante casi diez años. En el ínterin, dicha aventura fotográfica se transforma en una novela en la que, armado únicamente con las palabras, he intentado trazar el retrato de este personaje heroico y silencioso; en la que, mezclando la infancia de Zidane en los barrios de Marsella con la mía en los suburbios de París, he puesto en palabras aquellos gestos de fábula y he dado testimonio de esa aristocracia popular encarnada a la perfección por Zidane”, explica Bordas.

El artista cuenta con ironía que Zinedine fue el mejor con la pelota en los espacios reducidos porque, cuando Zinedine era pequeño, su madre le prohibía jugar al fútbol más allá de la zona del campo que ella podía supervisar desde la ventana de casa, lo que obligaba al novel marsellés a desenvolverse con soltura en un palmo de terreno. ‘Zizou’, curiosamente, fue el menos bueno de los tres hermanos con la bocha entre los pies, no obstante, fue el único al que su padre permitió que practicase el fútbol… hasta hacerse inconmensurable.    

Hay un refugio de melancolías en el Bernabéu, donde caben todos pero pocos entran. Solamente los que son, fueron o serán historia del Madrid tienen reservado un sitio en el restaurante-bar de las ‘estrellas’. Muy cerca de donde los grandes se abstraen a menudo, Zidane pidió a Philippe Bordas capturar, posiblemente, el cromo más simbólico del paraje: él en pie, de vaqueros, camisa blanca, rostro serio, con deportivas y chaqueta oscura; con su mano izquierda estribada sobre el hombro derecho de un Alfredo Di Stéfano sonriente, sentado con ambas manos sostenidas por la empuñadura curva de un bastón, la mirada fija en el lente de la cámara, y ambos escoltados por una monumental bandera blanca del equipo que hoy les honra agradecido.

Para muchos, el mejor goleador que tendría nunca el Real Madrid junto al mejor asistente que tendrá siempre Chamartín. “Un dúo de leyenda digno de los almanaques”, cita un letrerillo negro que recoge frases de Bordas durante el recorrido.


En blanco y negro, como todo el tiempo retenido expuesto, el “hombre de hielo, con pergaminos de fuego, promotor del control orientado y un zigzagueante desequilibrio en su andar” -escribe Cristian Martinolli-, se torna humano a cada paso ante su gente. Porque a la distancia, visto como el ‘inmortal’ que emuló el garbo del Discóbolo de Mirón para engatillar con la zurda una pincelada cuasi surrealista de Roberto Carlos que derivó en la consecución de la novena Champions europea para el Real Madrid, Zinedine Zidane parecería empadronado en Venus.

martes, 3 de noviembre de 2015

CRÓNICA | Real Madrid 1-0 PSG | J5 | UCL

¿Y Cristiano?
FOTO: ENRIQUE SEVILLANO
MADRID, España.- De un bocado se engulló el Madrid tres puntos que lo enclavan en la cima de su grupo. Llegó a 10, y a un montón de dudas a la postre. Mérito será sortear el vendaval entre algodones. Pagó cara la victoria porque naufragó Marcelo a causa de un pinchazo en el muslo izquierdo que le haría perderse el juego contra el Barcelona en liga, y los que hagan falta a su salud. Gareth Bale y Benzema siguen aún en el tintero. Nacho solventó esta vez la carga con fortuna. Marcó un gol, que ya es bastante. Le faltó garbo al hegemónico en la Champions, y le sobró talento, además de desacierto, al nuevo rico Sanit Germain, que presume de perlas en el alhajero. 

Procuró el Madrid no enrollarse demasiado al defender. Por zonas, no al hombre. Sacaría provecho de su velocidad y de trazos largos, con devoluciones al pié y de intención primera en medio campo. Que para eso están Kroos y Modric, y el fuelle de Cristiano y los despistes de Marcelo (¡Ay, Marcelo!) por la izquierda, cuando se ofrecen. El PSG especuló menos, pidió la bola y construyó a paso ligero. Lo intentaron Matuidi y Cavani a costa de Danilo y sus desbordes inconclusos; y Di María con Rabiot, en ausencia de Verratti, desertor involuntario al 16’ por un dolor en el tobillo izquierdo.

A los de casa les funcionó la marcha un cigarrillo, quizá dos si el abonado los caló sin prisa. Media hora después del protocolo, al Real Madrid se le estropeó el engranaje. Ni Casemiro ni Isco remaron parejo en la carrera. Los pasillos a Jesé se le estrecharon y nadie fue capaz de engrandecerlos con soltura, como lo hace Benzema. El galo, ausente por lesión, echó de menos verse lúcido en el campo, donde Ibrahimovic no cuaja, donde incomoda al adversario, donde suma, donde sueña pero no convierte. No hace mucho... pero está. 

Navas mancharía el jersey por precaución. Requirió lanzarse al menos una vez en serio. Alguna metralla de Cavani rumbo a la marquesina, otra de Zlatan y un machucón de Maxwell. No obstante, aunque impoluto, fue Kevin Trapp el que salió a destiempo, en un rechace malherido, quien encajó el primer aperitivo de la noche; y se salvaría del segundo porque Isco perdería equilibrio en la última pegada. 

Ya por entonces, Marcelo había cedido su lugar a Nacho por una dolencia muscular que le hará perderse el próximo partido, y posiblemente el Clásico. Pidió su cambio para no forzarse en el siguiente mano a mano. Se conoce, no podía. Fue allí el canterano a su relevo, ante la incredulidad del graderío por dos razones: por verle cuando en principio no se le requería, y tras bajarse el brasileño del partido. El Madrid perdió frente a un trabuco a su hombre más fiable de la temporada. 

Pero de reivindicaciones está plagado del fútbol. Nacho ya está en edad de merecer, pero los referentes se forjan con minutos de juego y con confianza, la que de a poco lo afianza como alternativa en el banquillo… y al sentimiento de su hinchada. Inocente, tanto o más que Trapp en el achique despistado, recibió volcado en el contragolpe, casi sin ángulo, una bocha a la deriva. La empalmó como le vino para luego gritar gol. Se deshizo el Bernabéu, porque al entretiempo partiría a por el bocata con medio triunfo en la retina, el que no se vislumbraba hasta el minuto 35.

Se le vino el mundo encima al Real Madrid sobre el final, cuando espabiló la monotonía: Di María estrelló en el larguero un tiro libre. Queda resumido el complemento así, en el beneplácito de Keylor y en el desazón del vientre parisino empecinado en imponer su ley a billetazos. Muchos nombres, poca facha.  

Y sin más, Thiago Silva y David Luiz fueron para Cristiano una piedra en el botín, su talón de Aquiles, su ceño fruncido, su impotencia. Sobre el césped faltaba James, un enganche solidario. El portugués estuvo aislado, abstraído, en toda la reyerta. Reculaba ansioso para figurar, acompañaba forzado a Isco en el dibujo y procedía teñirse de lamentos en la acción siguiente. Con la pradera abierta aceleró tres veces, pero más rauda fue la esférica que él. ¿En dónde suele estar Cristiano cuando la fiesta exige? ¿En dónde?

Ficha Técnica

1. Real Madrid: Navas; Marcelo (Nacho 32’), Varane, Ramos, Danilo; Kroos, Casemiro, Modric; Isco (Kovacic 82’), Cristiano y Jesé (Vázquez 62’). DT.- Benítez.

0. Paris Saint Germain: Trapp; Aurier, Silva, Luiz, Maxwell; Verratti (Rabiot 16’), Motta, Matuidi (Lucas 75’); Di María, Ibrahimovic y Cavani. DT.- Blanc.

Goles: Nacho (Real Madrid - 35’). 

Amonestados: Aurier (PSG - 45’), Luiz (PSG - 67’) y Casemiro (Real Madrid - 88’).


Árbitro central: Clattenburg; asistido en bandas por Beck y Collin. Como cuarto árbitro fungió Brooks. Todos de nacionalidad inglesa. 

domingo, 4 de octubre de 2015

CRÓNICA | Atlético de Madrid 1-1 Real Madrid | J7

El Atleti sacó pecho

DANIEL CHANONA | 4 DE OCTUBRE DE 2015

MADRID, España.- Se dirá misa, pero el derbi tiene alma propia. Transpira, palpita, agoniza, revive, amortiza, envenena, emociona. Distan muchos los años en los que el Manzanares rendía pleitesía al ‘amigo’ cuando osaba visitarle. Hoy tutea a la Castellana, y la maniata cuando mengua su prosapia. El Real Madrid se encontró pronto con un remate de Benzema al poste más lejano del portero, aunque no produjera de sobra en los minutos posteriores, que fueron vitamina para un Atlético necesitado de clamores, que no olvida la eliminación reciente de la Champions, y que disfruta desde antaño amargar la tarde al ricachón. Luciano Martínez. Jackson Vietto. Qué más da cómo se llamen. Sacaron pecho, se fajaron, condujeron la tribuna al éxtasis y al futbol dominical al borde del desmayo emocional.  

    

Avisó Cristiano de sus intenciones apenas iniciar el juego. Su remate con la testa espabiló a Oblak del ensordecedor entorno. El Calderón hondeó banderas rojas, azules y blancas, y cantó a capela su himno para intimidar a otro gigante. Pero cuando en el camino dos históricos se cruzan, el folclor suele quedar para el anecdotario, porque suficientes reprimendas de la grada están acostumbrados recibir. Por las ofensas y los apabullos suele también encallecerse el cuerpo.   

Difícilmente ya los grandes se achican. Al Atlético de Madrid le reprochó su gente en contra del Barcelona de su timidez y precaución desmesurada, por lo consiguiente –y porque plantilla tiene la suficiente- adelantó líneas e intentó ser uno más de los temibles de la liga. Correa se envalentonó a destiempo; vio cómo el ángulo se redujo y disparó sin rumbo hacia la red externa. Gol fallado, gol en contra. Los adagios gustan a la hinchada, más si contribuyen a la causa del bloque interesado. Karim Benzema materializó el esmero madridista con un cabezazo junto al palo izquierdo, tras un centro de Carvajal por el costado diestro que dejó sembrado de un amague a Filipe Luis. Demasiado buena y rápida la ofensa para resistir de nuevo la emboscada.

Tuvo el Madrid fluidez y más tiempo la pelota. Casemiro alteró a placer con Carvajal la posición por la derecha. Con Daniel siempre como alternativa para distribuir el juego por las bandas, los de Benítez ganaron metros y confianza, no obstante enmendaron su baja -por lesión muscular- con Arbeloa, menos válvula de fuga pero más calculador. Justo para entrelazar los acarreos del canterano con los arrojos de Benzema o de Cristiano estuvo Isco, la suma de los colchoneros Torres y Correa: con la parsimonia, asociación y toque de Óliver sumados al drible, esfuerzo y descaro del Ángel argentino. Nota a favor de los vecinos ricos de Neptuno, a quien se le vio de malas sabedor de que Antoine Griezmann erró el penalti del empate sobre el ecuador de la primera parte.

No termina de hermanarse el tercio medio del Atleti. Tiago aporta idas y vueltas, y quizás Gabi la capitanía además de resistencia, aunque la ayuda conjunta de Óliver y de Correa debiese ser más evidente. Óliver avanza menos, y cuando el ‘Niño’ recula, porque Griezmann se adueña de la punta, ambos se desentienden de la acción subsecuente. Dos hombres ordenándose en pleno embuste dificultan la sincronía.

En detrimento del ‘10’ rojiblanco, que está a muy poco de pegar el estirón, Simeone arregló la mengua incluyendo a Carrasco en el complemento, escenario tijereteado y de muchos roces acompañados de tarjetas amarillas.

Con el Atleti echado para adelante, porque enlistó a Jackson Martínez y a Luciano Vietto como referencias en ataque, el Madrid prefirió volcarse con velocidad por encima de los pases cortos y las diagonales.

La reaparición de Gareth Bale, quien estuvo ausente por lesión, otorgó, a la profundidad y al desborde del juego instruido por Isco hasta su marcha, frontalidad y pegada necesarias para inquietar a Giménez y a Godín... en par de ocasiones. En ese cambio de papeles, los intentos de revés fueron constantes por cada bando, no obstante, ni la inclusión del galés ni el respiro que concedió el técnico madrileño a Benzema por Mateo Kovacic valió para la estocada definitiva; se acható el Madrid ante la perseverancia de los del ‘Cholo’, que reivindicó a la dupla Luciano-Jackson, tan desgastada por su detractores cuando sólo suma la campaña siete fechas celebradas. El Atlético no arañó el empate en exclusiva, sino que de paso maltrató el orgullo del patrón de Chamartín.

Ficha Técnica

1. Atlético de Madrid: Oblak; Juanfran, Giménez, Godín, Filipe Luis; Tiago, Óliver (Carrasco 46’), Gabi, Correa (Vietto 58’); Griezmann y Torres (Jackson 64’). DT.- Simeone.

1. Real Madrid: Navas; Carvajal (Arbeloa 42’), Varane, Ramos, Marcelo; Kroos, Modric; Casemiro,  Isco (Bale 66’), Cristiano; y Benzema. DT.- Benítez.

Goles: Benzema (Real Madrid – 9’) y Vietto (Atlético de Madrid – 83’).

Amonestados: Gabi (Atlético de Madrid – 17’), Ramos (Real Madrid – 21’), Correa (Atlético de Madrid – 39’), Varane (Real Madrid – 59’), Juanfran (Atlético de Madrid – 60’), Casemiro (Real Madrid – 61’), Godín (Atlético de Madrid – 88’) y Arbeloa (Real Madrid – 89’).


Árbitro central: Undiano Mallenco. Asistido en bandas por Díaz Pérez y por Lobato Zancada. Como cuarto árbitro fungió Gorostegui Fernández-Ortega. Todos pertenecientes a los comités Navarro, Castilla-León y Vasco.

sábado, 19 de septiembre de 2015

CRÓNICA | Real Madrid 1-0 Granada | J4

El Granada puso en aprietos al Real Madrid en el Santiago Bernabéu

DANIEL CHANONA | 19 DE SEPTIEMBRE DE 2015

- Disminuido en revoluciones, aunque imbatible en liga todavía, el Madrid consiguió imponerse al Granada con un gol de Karim Benzema en la segunda parte. Los andaluces evitaron en defensa que Cristiano Ronaldo igualarse el récord de Raúl González como mejor goleador de la historia del equipo. 

MADRID, España.- Comenzaba a parecerse así mismo cada vez más el Real Madrid. A sus jugadores ya no les pesan las piernas como antes. Aún ausentes Gareth Bale, Danilo y Sergio Ramos por lesión, el equipo asimila que su principal virtud es atar el balón a sus botines y plantarse hegemónico en la creación. Le cuesta menos frente a rivales de mediano perfil. Quedó manifestado el martes frente al Shakhtar Donetsk y apunto estuvo de reafirmarlo el sábado ante el Granada, mucho Granda pero chato en el último tercio del campo y languidecido en la retaguardia en momentos concretos del encuentro; su empeño en ordenarse bien y a modo derivó en que mantuviese el tablero en paridad numérica hasta que Benzema remató como el ‘9’ que es cuando se lo encomiendan. Durante, no se materializaba el dominio madridista, vencedor a cara de perro porque el silbante anuló un gol del visitante por supuesto fuera de lugar que pudo ser, incluso, la victoria granadina.  

Los andaluces pintaron de espanto al Bernabéu tras convertir El-Arabi aquél tanto, derogado por una milimétrica posición adelantada. La repetición televisiva evidenció el fallo del linier. A la postre, Keylor Navas protagonizaría el GIF de la semana: un achique apresurado que impidió el remate a bocajarro de Succsess. Cuatro reyertas de liga sin recibir gol, y contando.  

Aletargado el partido a causa del vaivén de la pelota sin aplausos, al Madrid le crecieron los enanos. Llegó cuanto quiso a la línea de fondo, con base en combinaciones cortas y velocidad, pero al borde del regocijo se empecinó en disparar de cara a gol sin puntería. Sobredosis de diagonales solidarias con dirección al manchón de penalti que toparon con destinatarios equívocos, de los de brújula sin imán, de los que raramente han liderado de blanco la ofensiva. No fue la tarde de Cristiano, sus rasas advertencias quedaron en eso. Dos anotaciones lo separan de convertirse en el máximo goleador histórico del club, reconocimiento que aún se exhibe con el nombre del mítico Raúl González y sus 323 festejos en 741 partidos oficiales. El portugués, leyenda viva, lo superará en lo que canta un gallo, y en menos de la mitad de encuentros disputados.

Pareciera que sin Bale decrece el Real Madrid en potencia… O que con Lucas Vázquez el equipo se desentiende del impoluto juego colectivo. El joven ofensor cargó a medias su depósito de combustible. Deambuló en ambos perfiles sin hallarse cómodo. Dio la sensación de no saberse, de no encontrarse, de que le resta bagaje; justo el que le sobra a Isco, por ejemplo, quien volvió a ser el mejor hombre de Benítez en la cancha, porque está en donde lo esperan y en donde no, para marcar la diferencia. Aunque sin las dianas que emanan de su zurda, Francisco Alarcón se notaría menos en las estadísticas, las que engrosa en cuenta propia Benzema, autor con la  cabeza del despabilo, del primero y veintiúnico gol del veranillo en Chamartín.

Ficha Técnica

1. Real Madrid: Navas; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Kroos (Kovacic 16’), Modric; Vázquez, Isco (Casemiro 85’), Cristiano; y Benzema (Cheryshev 77’) . DT.- Benítez.

0. Granada: Fernández; Lopes, Doria, Lombán, Biraghi; Krhin, Márquez (López 77’); Success (Rober 60’), Rochina (Rico 67’), Méndez; y El-Arabi. DT.- Sandoval.

Goles: Benzema (Real Madrid – 55’).

Amonestados: Martínez (Granada – 35’) e Isco (Real Madrid – 43’).

Arbitro central: Juan Martínez Manuera. Asistido en bandas por Ángel Nevado Rodríguez y David Canales Cerdá. Vicente Gil Coscolla fungió como cuarto árbitro. Todos pertenecientes al Comité Valenciano.