40 años después...
Los héroes tienden a serlo
porque les caracteriza un don ajeno que les permite subsistir en escenarios
exentos de cotidianeidad, donde potencian su esmero para librar aguerridas
batallas en pro de un bien común. Llámese ficción o realidad, no siempre visten
de capa y antifaz. Otras veces lo hacen de corto y juegan al baloncesto, a
decir del léxico castizo; al basquetbol, en comunión con el vocablo americano.
Disculpará las expresiones
bélicas: 40 años después, quince valientes y tantos más en la retaguardia,
todos en la zona de conflicto, libraron con honores la contienda más
estrepitosa entre la desidia burocrática y el pletórico orgullo profesional que
les condujo a los octavos de final. La debacle ante los Estados Unidos estaba
ya pronosticada, estaba ya planeada. Así tenía que ser para que se les
reconociera el empeño. Porque la virtud también se oferta a las audiencias.
En México, donde ganar es
consecuencia de un milagro y no de mérito, los tropiezos más rentables son
contra las potencias. Sólo en el cuartel de éstos guerreros importaba el cómo y
el porqué de cada triunfo o doblego, no el contra quién tan recurrente en los
análisis barrocos de escritorio.
Frente a Lituania, Eslovenia
y Australia, a la par de los resultados, quedaron en evidencia los ensayos
previos. Suerte ingrata que imprimió lógica en las cifras definitorias. El Tri
fue irreverente pero no le alcanzó. Los quintetos del Viejo Continente, así
como el oceánico, respondieron a costas de su bagaje y de contar con una
sobrada plantilla. Lo que restaba era aprenderles. En aquellos países el
baloncesto es una asignatura que, desde siempre, se ha facturado con decoro.
Quien se atreva a refutar
que son los números los que avalan el rendimiento coral de un equipo en un
partido, que se devuelva al calendario y rememore que desde 1974 no se hablaba en
nuestro país de la disciplina con la naturalidad de ahora, pese a la bruma
espesa que le rodea.
El Tri ráfaga se supo
desprotegido una vez en altamar; mas no desamparado, porque entre cada
individuo íntimo de la expedición hubo respeto y equidad. El único estatus
enarbolado con humildad sincera fue el de saberse históricos ante un instante,
por demás, irrepetible. En ello encontraron refugio y motivación; de ello se
afianzaron para librarse de Angola y Corea en el camino. Vuelvo a cómo y no al
contra quién, insultante y perturbador.
La delegación mexicana, en
voz de su capitán Gustavo Ayón, denunció que las gestiones de su viaje a España
no fueron las pertinentes. Por ejemplo: asientos de avión mal ubicados que le
impedían al jugador sentarse correctamente debido a su altura corporal;
habitaciones reducidas, con las camas regulares y no con las medidas especiales
que requieren los basquetbolistas debido a su complexión; ausencia de internet
durante algunas etapas de la concentración, horarios de vuelo distintos para
toda la plantilla, y demás comodidades propias de un representativo nacional en
una justa mundial. A decir de los expedicionarios, oídos sordos de las
autoridades, aquellas que elevaron las anclas de un navío pero al que jamás lo
escoltaron a buen puerto. Si llegó fue por la pericia de sus tripulantes.
Me quedo con la experiencia
y sus sonrisas. Con su ecuanimidad, camaradería, tesón y astucia. Un combinado
que jugó al todo por ganar y nada que perder, lujo que no puede ni debe permitirse el deporte, que pecó echando a
Valdeolmillos. Decisión que ojalá no desmorone más a esta nutrida familia que
vive entre las duelas, los aros y la incertidumbre.
*Artículo publicado en la edición segunda de Vavel Magazine MX
http://www.vavel.com/mx/polideportivo-mx/428935-anuario-2014-un-sueno-mas.html
http://www.vavel.com/mx/polideportivo-mx/428935-anuario-2014-un-sueno-mas.html
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