Los Infiltrados
ESTE sábado se disputará en Ciudad Universitaria uno de los principales encuentros de la, casi, principiada Jornada 11 del Torneo de Apertura 2012 del futbol mexicano, reyerta protagonizada por los Pumas de la UNAM y las águilas del América. A media semana se pusieron a la venta los boletos para este encuentro, en menos de diez minutos y tras la tardanza con las que se abrió el sistema de compra –exclusivamente por internet- las entradas se agotaron. Miles de aficionados mostraron su inconformidad; es bien sabido que a disposición del público en general se maneja cierta cantidad de boletaje, el resto pasa a manos de las bandas delictivas encargadas de llevar la batuta de la reventa a precios inimaginables, casi el triple del costo original por un boleto.
Acorde con el tema me tomé la libertad de inmiscuirme por los caminos bajos de la reventa en la Ciudad de México para traerles este reportaje que se publicó en tres segmentos el año anterior en el diario deportivo ESTO… hoy hago una remembranza para conocer cómo opera este grupo de la mafia en los eventos más importantes presentados en la capital del país.
Me remonto al mes de mayo de 2010, en boga estaba la gira de la WWE en su fase RAW por la República Mexicana, su última parada fue el Distrito Federal teniendo como escenario el Palacio de los Deportes, espectáculo presenciado por más de 30 mil personas.
Sin lugar a dudas resultó una grata experiencia con todo y sus vicisitudes, relataré esta anécdota la cual nos deja presenciar una pequeña parte de la camorra que hay detrás de cada show en el centro del país.
Tuvimos la oportunidad de asistir pero en esta ocasión en plan de aficionados a la lucha libre. Siempre me había cuestionado el cómo operan las organizaciones delictivas en México encargadas de promover la reventa y que va mas allá de conseguir y/o vender un boleto de la zona más alejada del escenario a precios totalmente de locura. En esta ocasión –y válgase- , estando en la capital Azteca no nos quedamos con la duda y a sabiendas de que contamos con este espacio, más eran los impulsos de aventura que como consecuencia traía el “apoyo” –desgraciadamente- a este sector popular que abusa de la gente pero nos ayudó a realizar esta nota.
Hay un dicho muy cierto: “no hagas cosas buenas que parezcan malas”, pero aquí creemos que el más optimo para ésta locura periodística debe ser “no hay mal que por bien no venga”.
Teníamos un solo objetivo: descifrar la mayor cantidad de respuestas a las incógnitas que rodean a semejante trapichero que es amo, dueño y señor de los espectáculos.
La actividad sobre el ring daría arranque en punto de las 8 de la noche por lo que decidimos acudir con tres horas de anticipación. Para nuestra “suerte” –pues sin ellos no hubiésemos hecho esta crónica- nos encontramos a cuatro paisanos a las afueras del inmueble en busca de boletos para ingresar con nosotros, en taquilla colgaban letreros con la leyenda “localidades agotadas”… ¡chanfle!; los únicos en venta eran los pases para la Triplemanía y el concierto de Ricardo Arjona. Ni al caso.
El precio era tan elevado que tendimos a cambiar nuestros planes. Tres opciones en la mesa: 1.- Adquirir la entrada por esa cantidad; 2.- Esperar al “cuarto para la hora” y ver si reducían los precios o 3.- regresar a Chiapas sin el reportaje y sin haber visto la justa.
Transcurrieron dos horas y 20 metros nos separaban de la entrada principal… 30 minutos restaban para el arranque de la contienda; en menos de 2 horas los boletos vinieron en bemol, de 2 mil 500 pesos a mil varos por persona. Era ahora o nunca. Entrar o permanecer de brazos cruzados, descubrir la camorra del boletaje falso o seguir con la venda en los ojos.
Se había amarrado el trato, un solo boleto por mil pesos para la lucha más grande del mundo, la WWE.
Teníamos como sentencia aguardar a las afueras del inmueble hasta las 7:50 pm -10 minutos antes de que principiara la batalla- para asegurar nuestro lugar. Los revendedores atraían gente por montones. Recibían órdenes y tenían como obligación darle acceso de contrabando a 20 aficionados, mínimo. Cadena delictiva organizada con delicadeza; desde el que recibía los boletos en la puerta, la que te autorizaba el acceso y hasta los acomodadores de lugares.
Ya éramos 22 personas las que esperábamos para colarnos en los asientos prometidos.
Nos llevaron en “fila india” –uno tras otro- hasta la entrada principal. El asalariado encargado del lector electrónico de los boletos únicamente nos hizo señas de que entráramos con total discreción sin mostrarle el supuesto vale. Una vez dentro pasaríamos por el segundo filtro: la comprobación de los boletos, en éste módulo se identifica si son falsos o no. Enseguida fue partícipe el cuarto cómplice, haciéndose de la “vista gorda” dejó que ingresáramos como si nada hubiese ocurrido. Al pie de las escaleras de entrada, uno de los líderes de la travesía nos pidió con premura el dinero respectivo, al dárselo salió corriendo del sitio -como si hubiese visto al mismo Diablo- para jugarse la chamba en una ronda más… y todo esto en las narices del mundo.
Es una pequeña pizca del dinamismo de la merca ambulante en una de las ciudades más importantes del planeta, el Distrito Federal. Lamentablemente ésa es la labor de su oficio, la de revendedor. Lo más ingrato del asunto es que las personas mencionadas sólo son la punta del iceberg de la reventa en nuestro país; la gente que se encuentra de bajo siempre será un tabú.
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