VITRINA DEPORTIVA
Por: Daniel Chanona Velázquez
Como a quien se le esfuma la humildad
DEMORADO llegó el vuelo privado en el que viajaron a Chiapas los pupilos de Benjamín Galindo para encarar el entonces cotejo de ida de los Cuartos de Final de la Liguilla del Clausura 2012. Me informaron tras mi arribo al hotel, alrededor de las 19:05 horas de aquella tarde húmeda, nublada y calurosa del dos de mayo.
El reloj situado en la pared principal de Recepción transitaba lento, como quien ansía el caramelo más dulce de los habidos en las misceláneas de antaño, pero se ve negado por el vago andar de las manecillas de aquél cronógrafo. El ingreso al sitio se vistió de duda e intriga. La pluma principal que suele dividir boulevares de agonía con el mayor recinto hotelero de la ciudad yacía en su posición baja. Sombrío se aproximó el vigía. Al restaurante, respondí a su intriga: propia, cumplía con su deber.
Entre el pasillo principal de la sede y el que conecta al del andar de los recién desempacados, una tenue luz iluminaba el diminuto callejón por el que se asomó -pasadas las 19:34 horas- Aarón, seguido de Estrada, Suárez, Quintero, Ludueña, Baloy, Ochoa, el maestro Galindo, Pituca, Petaca, Jitomata y Perejila, en fin, tertulia pura. Escasa, casi nula, era la afición que recibía con rostros de ilusión a Santos, cómo no hubo sido diminuta la cantidad de seguidores si el hotel mismo simulaba un búnker hitleriano.
Suelen despojarse de complejos y del sentido humano aquellos que han rozado las mieles del éxito paulatino. Oribe Peralta es otro; aquella sonrisa de un tipo dicharachero y “carnal” con la que se dio a conocer en Chiapas junto con el “Cheque” Orozco ha desparecido. ¡Oribe! Lo llamó un compañero de la prensa deportiva. ¿Qué pasó, cómo estás? Respondió, serio, displicente. El rostro amigo de quien ansía unas palabras del “flamante” goleador mexicano se esfumó de inmediato. Aldo Ávila, encargado de coadyuvar el orden entre prensa e institución lagunera, recurriendo a la mímica le autorizó a Peralta conversar con el único medio presente, puesto que con antelación se negó rotundamente –frívolo- tras asegurar que prohibido tenia hablar antes del cotejo. Al verse comprometido, gesticuló como quien olfatea el olor más desagradable nunca antes olido, e imitando al recurso del mimo, externó: “hoy no me toca”, negando por lo alto y partiendo como quien huye de su pasado, como a quien se le esfuma la humildad.
Oswaldo Sánchez nada tuvo que decir, con la táctica “más fina” de los sujetos terrenales aclaró que por "superstición” no declaraba el día previo a su titularidad indiscutible y se limitaba a las dulces muecas ante las cámaras fotográficas que lo acecharon desde su descenso del autobús. En el medio deportivo solemos llamarle “cábala” a las supersticiones.
Tras aguardar poco más de media hora, con los vientos obscuros refrescándonos la razón, varados en el “anhelado” quinto piso, fuimos bien atendidos por Carlos Adrián Molares, más humano que siempre, más amigo que nunca. Cortejados por la jefatura de prensa santista con quien compartimos raíces geográficas de mundos distantes, entre otras cuestiones que ya compartiré a la brevedad.
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.
PD, señor Peralta: "Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus fracasos", Josemaría Escrivá de Balague.
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