Por: Daniel Chanona Velázquez
Son buenas las intenciones.
SI hubiésemos escuchado las notas de la melodía compuesta por Francisco Navarrete en una exhibición en el auditorio de las Bellas Artes, por citar lugar alguno, daría por hecho que nos llegaría gustar en demasía, sin embargo, como por título lleva “Himno Liga MX” y aquellos compases serán escuchados día a día previo a los partidos oficiales, resultan por demás lastimosos a nuestros melódicos oídos.
¡Por favor! Si bien es cierto que el órgano rector del balompié en México carece de identidad ante el aficionado, también resulta verídico el hecho de un intento bondadoso por demás acribillado mucho antes de entrar en funciones. De lo “menos grato” se ha abordado por doquier, charlemos entonces de aquello que resulta menos lacerante a razón del surgimiento ideológico del concepto “futbol”, albergado en la conciencia individual del Ser Humano.
¡Vamos!, son buenas las intenciones, hombre.
Le sienta bien al balompié nacional la llegada del Torneo de Copa, el mote “MX” lo omitiremos ésta ocasión por fines de “estética” en la gramática empleada. Bien. Sigamos. Hace poco más de dos décadas, por decisión de los entonces miembros de la Federación Mexicana de Futbol, se derogó aquella disputa. Hoy, los aires no son nuevos. Vieja tradición en pro del desarrollo de competencia retomada bajo un formato similar –por demás idéntico- al europeo. Independientemente al desempeño en la Liga mayor o en la de Ascenso, el certamen de Copa brindará la oportunidad de que conjuntos en constante evolución de las ramas inferiores se proyecten en los principales recintos de Primera División, así como asegurar “decorosas” entradas en las plazas de la Liga de Ascenso cuando a ellas arriben los protagonistas de la “inalcanzable” competencia del máximo circuito; por reglamento es obligatorio que a estos encuentros sean convocados el 70% de los jugadores que tienen mayor continuidad en el Torneo regular, el resto –por obviedad- serán tomados de sus Fuerzas Básicas. Excelso. Aquél adolescente con oportunidades remotas de una posible aparición en Primera tendrá por fin acción.
Fogueo. Constancia. Seguridad. La oportunidad. El debut y, con suerte: la consolidación. Suena lindo.
Decio de María, cabecilla de la Liga, sustenta el proyecto en tres pilares a los que él llama fundamentales:
1.- El juego mismo es y será para el aficionado.
2.- El jugador deberá ser el único protagonista en los partidos –lejos del arbitraje-, y
3.- Todos se regirán bajo un Código de Ética: jugadores, Cuerpo Técnico, directiva, aficionados y Medios de Comunicación.
Paradójicamente al “hincha” –como dijesen en Sudamérica- nacional no se le garantiza con sustento el cómo degustará de “exquisitos” platillos futboleros. Al jugador se le nombra protagonista pero no se toman medidas para cuidar su integridad física y moral –el Draft, la multipropiedad, la reducción de plazas para extranjeros, el descenso: temas que se abolieron, es más, ni se tocaron-, y un Código de Ética que no volverá beato a quien careció de una buena formación de valores. ¿Cómo descubrir el hilo negro?
Eso sí, coincido en su totalidad con el comentario del comentarista de ESPN John Sutcliffe: el protocolo se asemejaba a un lindo amanecer de “En Familia con Chabelo”.
Y ¿la catafixia, cuates?
Todo proyecto sin fondo deambulará por las rutas del juicio y la crítica constante. Las luces y serpentinas de colores no hacen al futbol.
El beneficio de la duda es simplemente la intriga misma pero adjudicada con elegancia en el vocablo iberoamericano.
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.
TWITTER: @Daniel_Chanona
No hay comentarios:
Publicar un comentario