Por: Daniel Chanona Velázquez.
Respeten al aficionado.
CUANDO jueguen con huevos, entonces entablaremos charlas amenas.
Por algunas semanas opté por dejar a un lado un tema que hoy en día sigue sonando redundante por los comentarios que tras sus actuaciones carentes tienden salir a flote, sin embargo, resulta necesario. Porque es una realidad.
El viernes pasado, un servidor fue testigo de uno de los más paupérrimos encuentros que ha disputado Jaguares de Chiapas, es aberrante (al menos para mí) que en noventa minutos hayan tenido solamente un disparo al arco, mismo que fue atajado por Saucedo tras el fogonazo proyectado por Espinoza.
Ni Rey, ni Arizala, ni Andrade fueron capaces de causar ofensa alguna; aún viéndose obligados a mejorar para la segunda mitad, en donde contuvieron la esférica mayor tiempo en sus botines, haciéndola bailar de un lado a otro sin poder proyectarla a la escena predilecta de un partido: el gol.
En el futbol hay situaciones que parecen evidentes, y el no haber sido Jaguares favorito para medirse ante Xolos denota el sentido común que acoge a éste deporte. Si un equipo lucha, se aferra a sus valores, se entrega a su gente, muerde cada balón como si fuese el último, si destila gallardía… nada, absolutamente nada (es más, casi poco) se podría decir de su actuación. El vestuario, aunque lo nieguen, parece quebrantado por la impotencia, por el temor, por la presión (si es que existe), por convertirse ahora en hijos mimados de malos resultados.
En grandes instituciones se recurren a sanciones que obligan al deportista a desquitar las quincenas haciendo lo que domina, luciéndose a plenitud: retención de bienes económicos, primas menores que las ofrecidas, encerronas, ¡qué sé yo! Si eso ocurriese en Chiapas, los resultados tras la infamia, nos darían la razón.
Destronar con pesares a Querétaro no representaba mayor cosa que un suspiro a su existencia; magullar futbolísticamente a un dubitativo conjunto no implica el principio de una “racha”, pues entiendo por ello la exhibición de iguales resultados en un tiempo (relativo) superior a cuatro fechas sumando de a tres.
No hay mayor discurso que sufra un desgaste notable que el de un entrenador. De poco sirve la franqueza, aunque bien se agradece. Oraciones putrefactas que inculquen una “evolución” a base de “trabajo y esfuerzo” son ya tema del pasado. El silencio con resultados hablaría más que sólo cumplir con el protocolo semanal y acapararse las responsabilidades que, insisto, la mayoría de ellas no le competen del todo a quien hoy encabeza el grupo.
Un plantel reducido, no así la nómina (supongo), no implica tropiezos constantes. De ellos se aprenden, mas resulta bochornoso imaginar que las enseñanzas del pasado no conciban su finalidad. La plantilla base, en su mayoría, es la misma desde que llegó la más reciente administración, lo que dicta que es de fondo el conflicto laboral.
Como miembros de una sociedad nos resulta necesario ser afines a un grupo que se apegue a la misma; en el futbol los hay en demasía, mismos que disponen de las labores de un Director Técnico en el máximo circuito (por citar ejemplo alguno), “producto” que medita el dar o no un paso al costado de proyecto alguno, por temor a quedar fuera de aquél círculo vicioso que ha pervertido por años el desarrollo de nuevos talentos en el banquillo, a causa del constante reciclaje de estrategas, a razón de actuales intereses o “procesos” venideros.
¿Qué pretenden hacer tras una “DKDA” en Primera? ¿Aguardar a pactar un convenio fructífero a finales de año, que le asegure a los bienes monetarios su confort para la permanencia del equipo en la entidad durante los próximos seis años?
¡Respeten al aficionado!
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.
TWITTER: @Daniel_Chanona | CORREO: vitrinadeportiva@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario