Restaban
los pañuelos blancos
ABERRANTE.
No existe adjetivo más pulcro para describir la falla arbitral del central
Jorge Antonio Pérez Durán. Hugo Bonilla, asistente dos, hubo intentado hacer su
labor lo mejor posible, sin embargo, él sólo auxilia, mas no evidencia las
carencias de quien funge como la máxima autoridad en el juego. Para la
polémica. Ello valió el primer tanto del partido, obra de Sambueza, quien
parece volverse acreedor de nuevos aires deportivos vestido de amarillo;
fortaleza, convicción, dinamismo, eso proyecta. Fue claro el pecado, pero
oportuno resulta apuntar que sin haberse dictaminado aquél “fuera de lugar”, la
zaga felina varó, se desconcentró, titubeó, acciones poco permitidas en un
encuentro trascendente ante un equipo de envergadura con jugadores no menos
capaces hombre por hombre y que, sin duda, siempre ganarán en velocidad: con Benítez
en el eje de ataque y acarreo de balón, la movilidad de Rubens y Layún por los
costados y el fuelle de Jiménez que muerde cada esférica sin importar la
distancia, pese a su falta de gol.
Miguel
Herrera, ausente en el banquillo visitante por el cumplimiento de la sanción
tras su expulsión la jornada anterior, leyó mejor el juego si equiparamos la
táctica con el conjunto local. Se percató de lo poco que aportaba Jaguares en
medio campo: Toledo, obligado a iniciar pero fuera de ritmo, tan es así que
tuvo que ser relevado tras una leve lesión, misma que lo dejará ausente al
menos una semana; y el canterano Pedrito Hernández, de quien he visto y
escuchado buenas cosas, aunque soy de la idea que de a poco se lleve su
prometedora carrera, pues adquirir una responsabilidad mayor en la mitad de la
cancha desgasta el pundonor del joven, que se entrega, pero aún su colmillo no
está tan torcido como el de sus colegas que
“a bien” el cuerpo técnico decidió dejarlos como opciones de cambio (y
se tardaron para poner en marcha su juego: Arizala, Zamorano y Loroña, por tal
razón poco pudieron aportar), y actuaciones de tal desempeño frente a rivales
de tal magnitud terminan por hacerlo lucir menos que el resto.
Para
el complemento, Osvaldo Martínez fue el sacrificado. El “Negro” Medina recibió
el ingreso, se plantó con Molina y aquella contención fue impenetrable. Layún
sobraba por la banda diestra, debutó el “Maza”; Herrera aseguraba el resultado
(0-1, parcial) sin bajar la guardia. Rodríguez cabeceó, la bola le rebotó, la
prendió e hizo imposible la labor de Édgar Hernández de retenerla. Tras
estrellarse en la humanidad del cancerbero, bajo un marco de inocencia, “Chucho”
la robó y firmó el resultado: 0-2, bajo una réplica del la “monumental” Plaza
México, haciendo eco del “¡óle!” como si Eulalio López deleitara al mundo con
una brutal faena. En el Zoque, restaban los pañuelos blancos.
“No
podemos mantener la concentración los 90 minutos”, expuso a la postre del duelo
Pepe Cruz en su comparecencia ante los representantes del medio deportivo. No
me cuadra. Es como citar que un cardiólogo no puede practicar un trasplante de
corazón si la operación llegase a tardar cuatro horas porque él sólo es capaz
de concentrarse un par de ellas. Es su labor y su innata obligación. Ojalá sólo
haya sido producto de la calentura del momento. Burdo ejemplo, pero no encuentro
cabida para alguno mejor que disfrace de demencia la interpretación de aquella improcedente
oración.
“El
dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.
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@Daniel_Chanona | vitrinadeportiva@hotmail.com
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