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domingo, 12 de julio de 2015

Comienza la leyenda

MADRID, España.- Se advirtió desde hace tiempo su partida, y sin embargo, el madridismo despertó enrarecido este domingo. Iker Casillas no era más su capitán ni su portero. Dieciseises temporadas después de su debut con el primer equipo del Real Madrid, ayer noche se confirmaba su fichaje al Oporto, club histórico de la liga portuguesa que actualmente dirige el entrenador español Julen Lopetegui, clave para que el guardameta originario del madrileño municipio de Móstoles decidiese cerrar un ciclo en el club de sus amores, al que llegó con tan sólo nueve años de edad, en 1991.

Adeptos y contrarios vagaron dispersos en las inmediaciones del estadio Santiago Bernabéu durante y a la postre de la comparecencia de Casillas ante los medios de comunicación. Porque unos lo echarán de menos, y otros porque ansiaban su destierro. No obstante, víctimas de la incredulidad solemne o del travieso regocijo, no hubo quien se resistiese a pronunciar su nombre. De la tienda oficial, así como de las redes sociales del equipo, su imagen fue suprimida al instante después de hacerse formal su traspaso. 

Leyenda, mito, símbolo, emblema, traidor o topo; cual fuere el sustantivo, la injuria, el aplauso o el adjetivo para el único futbolista del Real Madrid que gozó la época dorada de los ‘Galácticos’, quedó claro que inmortalizado está ya en orbe balompédico. Se dice pronto pero demoró 25 años para convertirse, luego de su marcha, en el nuevo inmediato referente del equipo blanco.

De 1999 a 2015, Iker Casillas fue un emblema activo del Madrid, donde se agenció dos Copas del Rey, cinco Ligas y tres Champions League: la octava, del curso 1999-2000, rodeado de una talentosa generación que encabezaron Roberto y Raúl González; la novena, de 2002; y ‘La Décima’, de 2014, contra el Atlético de Madrid; la anotación de Sergio Ramos al minuto 93 materializó su último gran título ‘merengue’.

La puerta grande se demora en figurar en las estampas de despedida del Real Madrid, anteriores, y en principio, fueron igual o menos solemnes. Un partido homenaje, años después de su salida, reconoció los méritos de Raúl González. Una rueda de prensa, también, selló el éxodo de José María Gutiérrez, ‘Guti’; vértices de un proyecto que rindió al madridismo gratos dividendos a comienzos del año 2000. Por entonces, Iker Casillas iniciaba su andadura de vanaglorio con el dorsal primero en la camiseta, la que adornaría tribunas con el discurrir de los veranos.

“He venido a este gran estadio a despedirme de ustedes (…) pero no voy a decir adiós, porque seguramente esto será un punto y seguido”. Lloró como los hombres, como por cuando algo merece la pena. Llámese nostalgia, frustración, tristeza o melancolía. Fueron lágrimas sinceras. Declaró que la Ilusión y las muestras de cariño de la afición y de la directiva lusitana lo motivaron a continuar su andadura futbolística en el país más longevo de Europa occidental. “Haré todo lo posible para no defraudarles”.

“Momentos únicos e irrepetibles” vivió Casillas en el Real Madrid, donde deja “grandes amigos”. “Hemos sufrido, reído, llorado, disfrutado juntos; me he sentido acompañado en los buenos y en los malos momentos. Este club me ha formado como persona, me ha ayudado a crecer inculcándome los valores de su escudo: el respeto, el compañerismo y la humildad”. Casillas, quien debutase el 12 de septiembre de 1999 frente al Athletic Club de Bilbao, en el estadio de San Mamés, tiene una memoria privilegiada, y los pequeños grandes detalles son los que evocará constantemente lejos de casa.  

Con la voz entrecortada recordó a sus entrenadores, “a todos”, insistió, de los que dijo haber aprendido siempre. Agradeció el esfuerzo de su “padres y familia, que con sueños y desvelos” le ayudaron a “emprender este camino”. “Sobre todo”, hizo hincapié, “a mi mujer y a mi hijo”.

Así como protagonizó honores de ensueño, de igual manera se vio inmerso en claroscuros, como en las seis temporadas seguidas en las que el Real Madrid fue incapaz de avanzar a los cuartos de final de la Liga de Campeones, o en el año 2004, por ejemplo, cuando lo perdió todo en pocos meses: la Liga, la final de la Copa del Rey ante el Zaragoza, y la Copa de Europa, en cuartos, contra el Mónaco.

“Repetiré unas palabras que he dicho en algunas entrevistas cuando me lo han preguntado: Encima de recordarme como bueno o mal portero, sólo espero que la gente se acuerde de mi como buena persona”.

Al margen de las discrepancias deportivas y morales que haya propiciado prolongada estancia en el Real Madrid, no cabe la menor duda de que el Bernabéu tendrá que acostumbrase pronto a lucir muy distinto sin Iker Casillas salvaguardando la impoluta cabaña blanca. “Allá adonde vaya”, avisó, “seguiré gritando Hala Madrid”. Se marchó un ídolo… comenzará su leyenda. 

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