Por: Daniel Chanona Velázquez.
El corazón también juega futbol.
Sí, son campeones del mundo, por si alguien lo dudaba. El trabajo anuló muchas opiniones, aquellas que por pretensión tenían manchar de banalidades la labor de los actuales monarcas del futbol mundial. La Sub-17 de nuestro país ha hecho historia; de apoco, las nuevas generaciones en el balompié nacional buscan el despojo de aquellos complejos que aun achican el orgullo mexicano. Vencer a Alemania no fue sencillo, mucho menos haber derrotado a Brasil seis años atrás y este domingo la antesala de la fiesta no fue de lo más cordial, Uruguay no se cansó de provocar pero el terreno ajeno pesa y sencillo no fue intentar remontar o simplemente continuar con la ilusión.
Cuando entablamos una conversación referente a selecciones nacionales, en este caso las de México, sencillo no es generar una opinión que “vista de gala” los proyectos de un país en cuanto a materia futbolística porque son bien conocidos los intereses y formas de manejar situaciones poco prometedoras para el “deporte nacional” que son escoltadas por debajo del vital líquido. Sobre el representativo mayor del soccer en el mundo hay cientos de situaciones que poco tienen que ver con el futbol, se centran más en lo comercial, en lo político, en lo económico; maleados están aquellos, sí, aunque suene feo es la verdad, no hay un solo futbolista que representó a México y que no haya sido tentado por la mano del soborno o la vanidad del deportista, ni uno. En selecciones juveniles que ocurra lo anterior no es la prioridad, esa es la principal razón del éxito mexicano en representativos menores; los chavos juegan futbol por diversión, aun por pasión y amor a la camiseta, con el orgullo en alto de representar a un país, con las ilusiones intactas de un debut soñado o de un fichaje inesperado que engalane su currículum, lo sienten, lo disfrutan, buscan consumar su carrera, la inocencia en la cancha se nota, un juego limpio, aguerrido, apasionado, con la mente pulcra de ideas perturbadoras, con la emoción y el compromiso de brindarse, sin obligaciones extra cancha mas que el soccer, el estudio y la familia.
Bienvenidos aquellos detractores que buscan sumarse a la fiesta, México es suyo, canten, griten, aplaudan, se vale. Algo en común que tenemos los mexicanos –y generalizo la idea- es el crédito de “villamelones”, sí, aquellos que le vamos a más de tres equipos o en un juego se selección nacional preferimos ponernos la de Brasil que la de México, aquellos que criticamos sin fondo y luego nos retractamos para subirnos al camión del triunfo, eso es un “villamelón” y de eso pecamos todos en el deporte, los villamelones – como Justino y De María- también son invitados a esta celebración que conmemora un título mundial más a las vitrinas de la –deplorable- Federación Mexicana de Futbol.
2005 fue testigo de lo inesperado, de la primea Copa del mundo que tendría como destino final a nuestro país, aquél tiempo en donde Ramírez navegaba el barco y los tripulantes del navío eran casi desconocidos: Giovani, Vela, Moreno, Villaluz, ellos y muchos más; 2011 fue el año del “Potro”, del señor Gutiérrez, quién tomó las riendas del rocín ya con la silla puesta pero sin las herraduras en las patas, con visión e ilusión logró montar un galante corcel. Brasil y Nigeria son los de mayor envergadura en la reyerta con 3 Copas mundiales en la categoría, Ganha y México los escoltan con 2 preseas por bando.
Todo triunfo está hecho de tres factores: preparación, espera y oportunidad; ¡Felicidades, campeones!
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”
Twitter: @Daniel_Chanona
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