Por: Daniel Chanona Velázquez.
Que ruede la esperanza.
AQUELLA mañana lucía como todas las demás. Para Juan, entre el ayer y su presente, excepcional era la ocasión que tornaba de alegría aquél segundo de ilusión vuelto lerdo bajo la esperanza de un futuro prometedor. Tiempo faltaba para el estudio. Sus labores, llamadas cotidianas, se aferraban a lo irreversible mientras sus progenitores despertaban, aún, puesto el sol, para poner en marcha su trabajo ingrato que con esfuerzos les salpicaba benditas monedas que, a cuentagotas, alcanzaban para alimentar a su vástago de una década de edad mientras el pequeño lidiaba entre boulevares y cruceros vendiendo frutas de ocasión. Al ocultarse la vigía de la obscuridad, con la venta concretada, Juan solía despojarse de sus malestares en compañía del futbol, deporte que ponía en marcha sobre un terreno baldío, hogar de desechos y animales putrefactos, ubicado a unas cuantas calles de su hogar.
¡Tremendo zurdo!, rumoraban vecinos al verlo jugar. Cuando el balón le venía por lo alto, simplemente alzaba la vista -pasivo, confiado-, aguardando el momento perfecto para amoldar el pecho y dejar que la esférica rodase soberbia sobre el mismo hasta culminar con su control una vez puesta la redonda sobre el terreno de juego… hoy, gracias a las labores altruistas de la gente de su pueblo, Juan tiene la oportunidad de cambiar su estilo de vida, de contar con una beca educativa, transporte y la facilidad de practicar el soccer en instalaciones propias para ello, añorando que su desenvolvimiento en el rectángulo verde le sea favorable para aspirar, en breve, a viajar a tierras catalanas y en base a su propio esfuerzo seguir soñando con poder vivir del futbol.
¿Y qué si lo anterior fuera cierto? Lejos no está de serlo
¿Utópico? Difícil me resulta dudarlo.
La semana anterior, mi colega Gerardo Gómez y un servidor sostuvimos una charla, dentro del programa radiofónico “Qué Golazo” por Extremo 90.3 FM, con Jordi Piqué, español de nacimiento pero chiapaneco por convicción, y es precisamente él quien, con ayuda de grandes empresas del territorio ibérico, le está apostando a un proyecto realmente interesante: hacer que los niños de escasos recursos de entre 6 y 12 años mejoren su condición de vida conjugando su talento futbolístico con becas deportivas que les aseguran educación, alimentación y transporte siempre y cuando los pequeños demuestren en la cancha que han nacido para el futbol.
Jordi Piqué trabajó en España doce años para el FC Barcelona. En Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, ha puesto una escuela bajo los mismos lineamientos que ocupa el equipo culé para trabajar con su cantera, recinto ubicado a las afueras de la ciudad capital, sobre la carretera que nos conduce a la localidad de Copoya, a un costado de un colegio particular. Excelso proyecto, lejos de compromisos partidistas y gubernamentales. Complejo desde luego, pero en base al esfuerzo de aquellos que, de a poco se sumen a aquella Sociedad Civil, se cosecharán muchos frutos a un mediano plazo con talento meramente chiapaneco.
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.
PD: Ojalá que empresarios “de casa” contribuyan a semejante labor, mejor los europeos le apuestan a tierra ajena. ¡Únete, pueblo, únete!
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