¿Suelen desteñirse los colores?
CORRÍA el onceavo mes de 1959. Guadalajara hubo derrotado dos por cero al equipo recién adquirido por Telesistema Mexicano (ahora Televisa), propiedad de Emilio Azcárraga Milmo, el América. Con antelación, los entonces llamados “azulcremas” vencieron por el mismo marcador al considerado “equipo del pueblo” quienes solían atravesar el momento más importante en su andar por la Primera División mexicana, bautizando a aquella era sesentera como la del “Campeonísimo” por las constantes alegrías que compartían con su afición tras la obtención de reiterados títulos de Liga.
El balompié nacional, entonces, necesitaba aires de contraste y el surgimiento de un alma antagónica que con el tiempo buscase demeritar lo hecho por el Club Deportivo Guadalajara; don Fernando Marcos (ex futbolista, árbitro, comentarista y cronista) propiciaba en aquellos abriles un constante roce entre ambas instituciones discrepantes en ideologías y finanzas, logrando así pulir la disparidad de sistemas que estallaría, cual transformador en tiempos lluviosos, por aquél año 62 tras el escupitajo de palabras y gestos obscenos aquella tarde en el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, acto cumbre para darle vida al catalogado “Clásico Nacional”, como si se tratase de un duelo medieval entre la nobleza y burguesía.
Cincuenta años después fuimos testigos del burdo juego de ambos conjuntos, un América aplaudido por su afición más por atesorar el orgullo que por su rendimiento mismo, sin ser las “águilas” de Reinoso pero aún inconcebibles como las de Herrera, siendo menos que las soñadas por quienes atestiguaron las mejores vidas del ave; y a unas Chivas carentes de actitud y liderazgo, producto del desequilibrio evidente entre sus líneas, dependientes de juventud (a la cual aplaudo) con nula productividad ofensiva en el rubro llamado “conjunción”, aferradas al “pundonor” de sus escasos y ya estancados veteranos quienes, también, de vez en cuando suelen extraviar el cerebro perjudicando así a sus colores en los momentos cumbres de un “partido trascendente”. Ignacio Ambriz fuera de Chivas está desde el arribo de Cruyff, mismo que monitorea a “su” equipo desde España donde busca implacablemente los servicios de Albert Ferrer, catalán, amigo suyo, y quien dirigiese al Barcelona B a la postre de Guardiola, siendo él el del “perfil soñado” para tomar las riendas de un producto rojiblanco actualmente no rentable.
Qué pena que se hablara más de las condiciones de juego en pasto artificial, de la reventa y amenazas de veto a medios de comunicación que captaran imágenes del descontrol de la fanaticada, producto de la mafia coordinada, días antes del duelo. Hubo quienes osaron comparar la reyerta regiomontana con el evento realizado la tarde-noche del domingo en la bella Guadalajara, acción que roza el pecado deportivo pues ambos acumulan esencias divergentes en su to-ta-li-dad.
Escasa fue la gente que por convicción (más que por costumbre) pactó un fin de semana “clásico” tras el cotejo vivido. ¿Devaluada está entonces semejante disputa hasta nuevo aviso?
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.
TWITTER: @Daniel_Chanona | vitrinadeportiva@hotmail.com
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