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Amante del periodismo y los deportes.

martes, 12 de marzo de 2013




Basta con entender el pasado

EL RITUAL comienza desbancando la lógica de la reflexión y el razonamiento.

Premisa básica para la exposición de “ideas base” que, según Umberto Eco, propician que el futbol sufra de inquietantes consecuencias reales durante su transición material de espectáculo carnavalesco a chabacana forma de expresión cultural: las campañas de violencia que se emprenden intencionadamente en nombre de una identidad futbolística imaginaria y la lógica de su cultura.

Lo anterior, teniendo como pilarles los manuscritos plasmados en “Umberto Eco y el futbol”, expuestos por el escritor y filósofo italiano a través de un breve  ensayo guiado por la semiótica que lo acoge, en letras de Peter Pericles, autor de numerosos libros en los campos de los estudios culturales, la educación, la filosofía, la ética, la literatura y  los medios de comunicación.

“(…) y nadie se detiene a pensar en las consecuencias incondicionalmente por encima del otro. La violencia parece ser necesaria para demostrar el grado de fidelidad  y pasión que se siente hacia una identidad ficticia que nace de un juego”, no obstante debemos reconocer que la dinámica social y cultural del fanatismo es más compleja.

Apropósito, aquí un paréntesis. Eduardo Galeano en “El futbol a sol y a sombra” describe al Hincha como un devoto que comparte la certeza “de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos”, aquél que “profesa la única religión que no tiene ateos” y que “exhibe a sus divinidades”. ¿Y el Fanático? “es el hincha en el manicomio (…), mira el partido, no lo ve. Lo suyo es la tribuna (…); el enemigo, siempre culpable merece que le retuerzan el pescuezo”. Enunciados propios para dimensionar lo venidero.

Al establecer una comparación indirecta entre el futbol y los juegos circenses, Eco alude a las raíces históricas del deporte en el espectáculo de euforia, libertinaje y usurpación que supone la celebración de una victoria bélica. Su esencia radica en Italia y Grecia. En el mármol de una tumba griega de cinco siglos antes de Cristo, figura un hombre peloteando con su rodilla. Antífanes, en sus comedias, revela expresiones hoy en día propias del coloquialismo: pelota larga, pase corto, etcétera. Duelos a muerte. El harpaston, disputado en la antigua Grecia, es una de las tantas prácticas que a la postre desencadenaron en lo que hoy conocemos como futbol. A los pies de los legionarios romanos llegó la novedad de las islas británicas. Se adjetivaba como un juego plebeyo, desfogue total para quienes vivían en la represión. El balón rodaba de pueblo en pueblo, sin reglas ni total de jugadores. Borlote puro. “Los partidos se extendían a lo largo de varias leguas , durante varios días, a costa de vidas”, reza el pasado. Se firmaron edictos contra el futbol. En Reino Unido, Eduardo III lo llamó “estúpido y sin alguna utilidad”.

En Florencia, el futbol se hizo llamar “calcio”, como hasta ahora. Relatan que Leonardo da Vinci era hincha fervoroso y Maquiavelo jugador practicante. Participaban equipos de 27 hombres distribuidos en tres líneas, 5 porteros y 8 árbitros. Cualquier parte del cuerpo era útil para eludir al adversario. Las consecuencias, catastróficas. En México los historiadores revelan que los Aztecas sacrificaban a los ganadores del Juego de Pelota pues eran elegidos por sus dioses y daban su sangre como ofrenda para fertilizar la tierra y hacer al cielo generoso. El primer partido del que se tiene constancia data del martes de Carnaval del año 217 d.C. en lo que a la fecha conocemos como Derby, Inglaterra. Los ingleses sugirieron y se adjudicaron las reglas, los escoceses pulieron las formaciones tácticas allá por 1870.

Todo lo anterior apunta a la idiosincrasia misma del mundo que persigue al “juego del hombre”, no de ayer sino desde siempre. 

¿Podrá, entonces, erradicarse el carácter medular de la historia?

“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”.

@Daniel_Chanona | danielchanona@hotmail.com

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