Guardiola, haz lo que te plazca.
PEP es libre de hacer lo que mejor le plazca. Es por demás sano abandonar el banquillo blaugrana. Es por demás evidente que Guardiola ha cumplido un ciclo con el equipo catalán, y qué mejor que éste, el del momento cumbre de un proyecto que se amoldó de a poco a las necesidades básicas del futbol, que cuajó en tiempo y forma después de la salida de Cruyff y tras la continuidad que se le dio al mismo con los años de Rijkaard en las butacas del Camp Nou, y que hoy implora a gritos evolucionar, pues tal parece que el tiempo se le vino encima al Barcelona luego de haberse convertido en una institución ajena a este planeta, cuyos mejores andares se adelantaron y por mucho a lo visto en el balompié mundial.
Nada se le puede recriminar a Josep Guardiola. Ni las lagrimas, ni las frustraciones, puesto que pocas hubieron derramadas o exhibidas mientras él capitaneaba el barco más poderoso de la época, imponente, veloz. Estratega prodigio, fiel amante de la suerte, del éxito, de la constancia, allegado pulcro de las más bajas pasiones causadas por el futbol.
Han sido cinco los años de gloria para él, un constante ajetreo social, deportivo, comercial. Coronando a las inferiores del Barcelona en el ahora lejano 2008, acción que le otorgó la batuta inmediata de una institución necesitada se sabores diferentes, los cuales se planearon con antelación pero que no hallaban al chef predilecto para otorgarle aquél sazón que los convirtiera en el platillo preferido y mejor degustado de la casa catalana, de la bendita Tierra.
Una era no suele derrumbarse en tan solo cuatro minutos de agonía y resignación, no. Una era no pretende desteñirse tras el sabor amargo del desconsuelo, de la desdicha, del sutil aroma de la impotencia. Una era de triunfos avasalladores no suele esfumarse por el simple acto de una mala tarde, de vagos momentos, de tristes recuerdos, de memorias esclavizadas en el vestuario más íntimo de Cataluña.
Todo, absolutamente todo fue suyo: la del Rey, la Liga, la Supercopa, la de Campeones de Europa, la del Mundial de Clubes… todo, y en reiteradas ocasiones. Nada de eso puede quebrantarse con blasfemias y palabras banales repletas de dolo tras una eliminación, misma que atesorará penumbras, las más obscuras de una historia que comenzó con el cielo y que se pretende que no termine desplomada en el suelo.
Guardiola supo cuándo reír, cuándo bromear, cuándo hacerse del sarcasmo y de la egolatría, cuándo convertirse en humano y cuándo emprender el vuelo. Cuándo confrontarse y con quiénes hacerlo. Cuándo reprochar y cuándo ser sereno, mesurado, acertado, cuándo cometer displicencias y cuándo gritarle al mundo que protagonizó una de las mejores etapas en la historia del futbol, sin embargo ¿sabrá decirle adiós a una afición agradecida, a su hogar de antaño, a sus ya consagrados éxitos?
Hay quienes se estancan en su más reciente logro, y de ello hablarán hasta el hastío puesto que no hubo metas trazadas a la postre de la algarabía. Convencido estoy que Guardiola está lejos de aquellos lares del conformismo y la apatía.
Twitter: @Daniel_Chanona